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Regreso a la Ciudad: Reflexiones sobre el Sueño de Vivir en el Verde

Regreso a la Ciudad: Reflexiones sobre el Sueño de Vivir en el Verde

¿Volver a la ciudad? Qué pasó con el sueño de “vivir en el verde”

Un informe privado revela qué sucedió luego de 5 años de la pandemia y en qué quedó el deseo de dejar las grandes ciudades.

30 de julio de 2025
19:18
5 minutos de lectura

A partir de la pandemia, el teletrabajo y la educación a distancia, muchos eligieron el camino hacia una nueva forma de vida. “Nos gusta vivir en las ciudades por la oportunidad de trabajo, servicios y vida social. Pero también nos gusta la naturaleza. Entonces, ¿cómo hacemos para vivir ambas cosas? ¿Es Nordelta la única opción?”, se había preguntado Nicolás Gallardo, coordinador del Programa de Ciudades de Jóvenes por el Clima, en el Summit de Sustentabilidad de LA NACION.

La opción de migrar hacia el verde tuvo un gran impacto tras la pandemia de Covid-19. Desde el inicio del aislamiento el 20 de marzo de 2020, un amplio sector de la población vio con luz verde la posibilidad de mudarse a localidades más pequeñas o rurales. Sin embargo, hoy, cinco años después, ese deseo de “vida verde” ya no es sostenible. Más allá de la fascinación por la vida metropolitana, lo ocurrido demuestra que las pequeñas ciudades y áreas rurales no lograron satisfacer las demandas de quienes las eligieron temporalmente, y que, una vez más, todo vuelve a concentrarse en los grandes centros urbanos.

Según un informe realizado por el arquitecto Facundo López Binaghi para Fundación Tejido Urbano, “durante los meses más estrictos de la cuarentena, la carencia de espacios internos y externos en los hogares puso de manifiesto déficits habitacionales históricos: hacinamiento, falta de espacios públicos y precariedad en la conectividad”.

Estas falencias alentaron el deseo de muchos urbanitas de buscar “aire puro” y entornos con mayor contacto social. A partir de 2020, se registró un alza notable en consultas sobre localidades pequeñas y campo, impulsada por la virtualidad laboral y educativa. Sin embargo, esa ola de interés, que se plasmó en búsquedas de Google y en encuestas donde más del 50% de los porteños de entre 16 y 50 años manifestaba voluntad de mudarse, fue decreciendo a partir de 2022.

La Fundación Colsecor, una organización vinculada a diversas cooperativas del interior del país, reflejaba en su Medición de calidad de vida en pueblos y ciudades correspondiente al año 2020 que las localidades de menor tamaño carecieron de estructuras técnicas y políticas para absorber y retener a los nuevos pobladores. Al no existir líneas de crédito accesibles ni redes de conectividad física y digital suficientes, muchos proyectos de mudanza quedaron en simples planes. Además, la ausencia de iniciativas estatales focalizadas dejó desamparadas a esas comunidades, que no pudieron mejorar sus parques habitacionales ni adaptar sus servicios para ofrecer una calidad de vida equiparable a la de la gran ciudad.

En ausencia de soluciones técnicas y voluntad política conjunta, la gran ciudad recuperó su centralidad. El mercado laboral, los servicios de salud y la oferta educativa siguieron concentrados en los núcleos metropolitanos, mientras que el crecimiento del empleo remoto no alcanzó para compensar la carencia de oportunidades locales.

A diferencia de países como España, que creó en enero de 2022 la Secretaría General para el Reto Demográfico, en Argentina no hubo un organismo ni una estrategia integral que sostuviera este movimiento creciente. El informe comparte que las situaciones que surgieron a partir de 2023 tampoco ayudaron a materializar, en muchos casos, el deseo de dejar la ciudad: “El crecimiento del desempleo desde la asunción del gobierno libertario no se limita a las grandes ciudades. El crédito hipotecario requiere de ciertas formalidades que muchos de los bienes ubicados en pueblos y ciudades del interior no llegan a cumplir”.

Las grandes ciudades volvieron a cobrar protagonismo. “En definitiva, la pandemia fue una oportunidad para dar solución a un problema histórico de nuestro país, como es la concentración excesiva de población en las grandes ciudades, aportando también a la mejora de la calidad de vida de ciudades y pueblos. Sin embargo, una vez más, esto no ocurrió”, enfatiza López Binaghi, quien agrega que se desaprovechó el interés de la sociedad por una vida alejada de las grandes urbes, con mayor contacto social y con la naturaleza.

La vuelta masiva a las grandes ciudades confirma que, más allá del romanticismo del “verde”, los incentivos reales -laborales, educativos y de servicios- siguen concentrados en los centros urbanos. La gran pregunta pendiente es si aprenderemos de esta experiencia para construir, en futuras ventanas de oportunidad, un verdadero equilibrio entre ciudad y campo, garantizando calidad de vida en ambos ámbitos.

¿Otra opción a esta problemática? Ciudades de 15 minutos. El coordinador de Jóvenes por el Clima plantea que hay que reflexionar sobre el problema de alejarnos cada vez más de las ciudades. “¿Cuál es el problema de alejarnos cada vez más de las ciudades? Que hay que llevar bienes y servicios hasta allá: caminos, cables, agua, alimentos. Todo ese transporte genera más emisiones. No es solo un costo económico, es un costo climático”.

Frente a este modelo, propone repensar las ciudades bajo el concepto de “ciudades de 15 minutos”: zonas donde todo (trabajo, escuela, salud) esté a una distancia caminable o en bicicleta.